¡Hola gente!
Con sinceridad no veo muy... Ems... "bonito" que mi segunda entrada en el blog trate sobre dolor... Pero mi Cajita de Ensueño siente dolor hoy, y no se me ocurre nada más que escribir. Empecemos:
Como adolescente medio reciente, tengo tendencia a engancharme inconscientemente a la melancolía como si fuera una droga más en el mundo. Unos la llaman melancolía, otras depresión, otros 'solo un mal día'... Yo me quedo con la primera palabra, siendo consciente de que es la que más me duele. Y es esa melancolía pasajera la que me produce un vacío gigantesco en el corazón, la que me arrastra con sus raíces hacia el suelo sin dejarme si quiera respirar. No sé cuál es la causa de que esto suceda, más bien me la figuro como un revoltijo de sentimientos amargos que se alojan en mi corazón esperando a abordarme un mal día. El caso es que me hace recordar pedazos medio perdidos de mi infancia, me hace caminar a lugares significativos, moviéndome y haciéndome actuar como una completa posesa de la depresión.
Pero claro está, ¡NADIE SE DA CUENTA DE ESTO! Yo me ocupo bien de ello: me pongo esa maldita máscara de felicidad e indiferencia, con la que la gente no puede si quiera figurarse mi tristeza. Mientras mi depre aumenta y la gente me ignora, tengo ganas de gritar, de hacerme notar... pero ya no soy una niña, tengo que seguir fingiendo.
Y duele. Duele muchísimo que la gente no note esa tristeza poseedora de mi corazón. Duele que se traguen que tras mi cara de felicidad no hay ninguna máscara. No sé si la melancolía se alimenta de esa tristeza también, me da igual. Solo cierro los ojos, saco la máscara del cajón y hago como si nada hubiese pasado. Maldita melancolía...